Quería escribir este post antes de acabar el año, y lo hago ahora aprovechando que Zuckerberg se ha inventado un resumen de él y ahí hemos ido todos, a ver cómo Facebook, lo ha exprimido y condensado. ¡Vaya, mi año ha sido genial! Estoy por enmarcarlo. O por quedarme en él. ¡Qué fotos más chulas! Lo que pasa es que al rato, una vez que se me ha pasado la euforia inicial de sentirme un triunfador, con el mundo puesto a mis pies, rodeado de admiradoras (y algún admirador, pero pocos, por lo de la paridad de géneros), me viene a la mente eso que dice un compañero, de que lo bueno que tiene el pasado es que nos lo inventamos como nos da la gana, como queriendo decir, que al final, solo recordaremos lo que queremos recordar y de la forma que queremos recordarlo. Y va el tío y se queda tan ancho. Así que señor Facebook, como yo soy amigo de mis amigos, gracias, pero no voy a usar su resumen del año. No se me moleste usted, pero no me hace falta. Me voy a hacer yo el mío propio. Que esto de mantenerme en la cumbre, es muy cansado, y como todos sabéis, yo hago caso a las leyes, y más a esa que dice que todo cuerpo tiende al estado de reposo. Además, que me he dado cuenta que faltan cosas. Cosas que no aparecen aquí, y que habitualmente no se cuentan, y cosas, sin las que no podría explicar este año. Por ejemplo: faltan todos mis fracasos. Concretamente uno, que ha marcado el año de forma especial. No me pidáis que os de detalles sobre él, atajo de cotillas, y menos por aquí. Si hay alguien a quien la curiosidad no deja vivir, que me llame, que yo por un par de cervezas, hago casi cualquier cosa. Pero vamos básicamente, falta ese en el que acabé haciendo lo que no quería porque “todos” esperaban de mí que lo hiciera. La verdad, es que este 2014, ha sido el año del “fracaso”. Uhhh… fracaso. Claro que dicho así, suena fatal. Menos mal que me queda el recurso de mi amigo, y ahora que ha pasado el tiempo, me lo estoy inventado a mi gusto. Total, que me he puesto manos a la obra, y empiezo ya a recordar cómo no me situé en el lugar que me correspondía –y de paso, he averiguado, dónde tendría que haberlo hecho, cuándo, cómo y con quién-. Empiezo a ver con los ojos de los demás, y empiezo a darme cuenta de que la situación era bastante más distinta de lo que parecía. ¡Cosa que tenía que haber sabido antes! Y ya de paso, como soy bastante aprovechado, empiezo a recoger cosas de por aquí y de por allá, a valorar la necesidad de dar otro tipo de respuestas, y en definitiva, a ser capaz de enfrentarme a mis actos, sabiendo que me van a servir para que, como dice la canción, “a ver si espabilamos los que estamos vivos y en el año que viene nos reímos”. Dicen que no se aprende por experiencia ajena, y si la experiencia es el conocimiento de algo, o habilidad para ello, que se adquiere al haberlo realizado, vivido, sentido o sufrido una o más veces (gracias Google), y yo añadiría, de los que además sacamos conclusiones, va a resultar que contar únicamente mis éxitos, no va a servir más que para continuar tropezando una y otra vez con la misma piedra. Así que, queridos amigos, espero que este año llevéis algunos fracasos entre manos, eso significará, que estaréis a punto de tener vuestro nuevo éxito. Francis Selva [email protected]
0 Comentarios
|
AuthorIncorporat Categories
Todos
Archives
Junio 2015
|